Cualquier interesado en la evolución de la seguridad social en nuestro país, percibe como un hito fundamental el advenimiento de las Obras sociales nacionales (sindicales, de empresa, personal superior, etc) a mediados del siglo pasado. Ello significó el basamento de una buena cobertura en salud para la gran masa de asalariados, y que hoy orilla los 15 millones de personas entre afiliados obligatorios, grupo familiar primario, jubilados y adherentes.
Se sumó la desregulación con la posibilidad de cambio de obra social, durante la década pasada. El adecuado control de la Superintendencia de salud (reemplazando al ANSSAL)y la gestión del Fondo solidario de redistribución por la Administración de programas especiales, eficientizando las prestaciones en cuanto a calidad y cobertura (enmarcada por el Plan médico obligatorio y la resolución 310/2004)
La posibilidad de derivar aportes a una prepaga relacionada con la Obra social primaria, contribuyó a la satisfacción de un número cada vez más numeroso de beneficiarios.
Ahora se enfoca a los planes de prevención, y con un aporte de 47 millones de pesos, incentivando a un grupo de 50 Obras sociales nacionales, por parte de la Superintendencia de salud, a llevarlos a cabo.
Además el aumento del monto de aporte por asalariado eleva los ingresos tanto para el área de salud, como sindical propiamente dicho.
En fin, se perciben buenos vientos para las Obras sociales como principal actor del sistema de salud de nuestro país.
Es de esperar que ésta bonanza en salud, se refleje también y de una vez por todas en el siempre relegado hospital público, que cobija al 50% de la población argentina.