Escuchando dias atrás al Dr Alberto Torres, queda claro que el adecuado manejo de la economía de un financiador, tanto público, como de la seguridad social, como privado. Depende en gran medida de la implementación de una política sobre provisión de medicamentos, incorporación inteligente de tecnología, y….
Uno podría agregar que la lista se completa, con: adecuados planes de prevención, adaptados a la composición poblacional en cuestión, y la Auditoría médica, como elemento indispensable a la hora de efectuar adecuada gestión de los recursos, y supervisar la calidad de las prestaciones.
El problema para países como el nuestro, que no cuentan con un Seguro Nacional de Salud. Que además ostentan prestadores y prestaciones diferenciadas de acuerdo a la cobertura o no cobertura del paciente. Es que el gasto de bolsillo, (entendido como el que se efectúa en forma directa por el paciente) marca el compás de un mercado, en donde la nueva tecnología aparece como mercancía no meritoria (esto es, no accesible al total de la población).
Entonces la incorporación de tecnología o terapéutica se efectúa de modo muchas veces acrítico y sin un adecuado mensuramiento del costo beneficio, y cuando no motivado políticamente, o como elemento de marketing.
El PMO asoma como una guía de prestaciones mínimas, pero que de ningún modo respalda al Auditor médico frente a la presión del mercado, genuina a veces, espuria otras.
Una cirugía de By Pass gástrico, algunas veces está correctamente indicada, y otras es producto del desmanejo de la dupla paciente – profesional. Una misma patología será tratada con cirugía convencional, laparoscópica, radioquirúrgica, etc. Con resultados disímiles, dependiendo no sólo de la experiencia del centro, sino de el interés en la amortización de la aparatología invertida.
De ese modo es difícil pensar en la aplicación de eficaces guías clínicas para el tratamiento de distintas patologías.
Del mismo modo la presión del mercado farmacéutico genera una espiral de costos con la aparición permanente de nuevas drogas, que en el peor de los casos son variantes de la fórmula original, para saltear el vencimiento de la patente. Y en el mejor de los casos son verdaderas mejoras en el tratamiento de las enfermedades pero a costos elevadísimos, y que requieren un estricto control en cuanto a la aplicación respaldada en la evidencia disponible. Las indicaciones off label son muchas veces los planteos más difíciles, junto con las experimentales.
Entonces la decisión muchas veces se ve influenciada por factores políticos, requiriendo mucha mesura a la hora de gestionar los recursos disponibles.